Los puestos ocupan más de diez cuadras a la redonda de la parroquia de Moreno al 6700. En la plaza, que lleva el nombre del santo homenajeado, se colocó dos juegos gigantes juegos inflables para los más chicos.
Quizás por su sentido compartido entre la fe y la necesidad social, la celebración de San Cayetano suele ser una de las fiestas litúrgicas que más fieles convoca de la religión católica. Por eso, no sorprende que esta situación sea aprovechada por artesanos y vendedores ambulantes, que con varios días de anticipación comienzan a preparar los puestos en los alrededores de la parroquia ubicada en Moreno al 6700.
Sin embargo, en comparación a otros años, el incremento de personas que se acercaron a vender fue hoy notable, provocando así que la feria por el día de San Cayetano deje de circunscribirse a la cuadra en donde está ubicado el santuario o a la venta única de artículos religiosos. Ahora, los puestos -muchos colocados de manera informal en la mitad de la calle- llegaron a ocupar más de ocho veredas, la plaza ubicada en Moreno y Nasser, y a ofrecer a los interesados desde alimentos hasta ropa, medias, pantuflas y una crema “curativa” de cannabis, entre otros objetos un tanto insólitos teniendo en cuenta el contexto.
Pese a la fusión que viene sufriendo la oferta, los stands religiosos siguen teniendo prioridad y se ubican en las inmediaciones más cercanas al santuario. Así, por ejemplo, ofrecen espigas de trigo entre $15 y $20, estampitas del Santo Patrono a $20, $50 y $60 y estatuillas, siempre un poco más caras por el nivel de trabajo artesanal que conllevan, entre $100 y $180. Completan el stock velas, rosarios bendecidos y demás artículos de decoración para la casa, como imanes, cuadros y cruces.
José Ismael hace 35 años que acude todos los 7 de agosto con sus productos artesanales a la puerta de la parroquia. Si bien reconoce que la celebración sigue convocando a muchos fieles, asegura que la recaudación es cada año menor. “Antes la gente se reservaba al menos algo de dinero para gastar en esta fecha, pero hoy está muy difícil. Te compran una espiga y nada más. Es una pena porque es mucho el trabajo que se le da a cada cosa, pero se entiende el contexto”, señaló a LA CAPITAL.
Sobre la calle Moreno también ganan terrenos los puestos de medias (en algunos hay tres pares a $250), pantuflas (a $300), repasadores (tres a $150) y todo tipo de juguetes para niños, como mazo de cartas, juegos de mesas y peluches, aunque los puestos con mayor convocatoria, sobre todo acercándose el hambre del mediodía, son los de comida.
Pasadas las 10.30, las parrillas ya comenzaban a calentarse y sobre ellas se colocaban chorizos, hamburguesas, pollos y cortes de carne fáciles para comer al paso como el vacío. Todas las opciones se ofrecen en sándwich con alguna salsa criolla y la posibilidad de agregar queso y huevo extra, con el precio que ese agregado puede conllevar en el precio final. En las más de diez parrillas que se ubicaron este miércoles a la mañana a sólo 150 metros a la redonda, el valor del “menú” es el mismo: entre $80 y $120.
Sobre la plaza San Cayetano, en tanto, la oferta deja de tener vinculación alguna con la fiesta religiosa y deja también en evidencia la necesidad de trabajo que escape a la venta callejera y ambulante. Además de tortas, facturas, bizcochitos y pastelitos caseros, en el lugar se puede acceder a herramientas, camisas, pantalones y hasta zapatillas a estrenar.
En el extremo que da a la calle Bolivar se observa otra atracción que poco tiene que ver con el homenaje al santo patrono del pan y el trabajo: un juego inflable llamado “El lobo costero” y que se lleva todas las miradas de los más pequeños al pasar. El valor de unos minutos de diversión es de $100. En fin, una celebración religiosa cuya feria es una fiesta aparte.